lunes, 10 de octubre de 2011

Está zafonista... y que?

Tomé el libro entre mis dedos, pero este no se dejaba leer. Eso era frustrante. Sin televisión, sólo podia distraerme leyendo mientras realizaba mis labores domésticas. Pero el tamaño de mi libro sobrepasaba con creces la capacidad de mi mano y se cerraba continuamente atrapando mis dedos entre sus páginas. Instintivamente, le ordené quedarse quieto de una vez por todas, dada mi costumbre de hablarle a los objetos inanimados sin razón. Me senté. Decidí terminar la página y continuar luego mis deberes, ya que, no era capaz de realizar ambas acciones. Pero ahora estaba atrapada. La hora cambió y recibí un castigo por dejar las cosas inacabadas. Y culpe, erradamente a mi texto, no a mí. O eso creí. Y lo vi como era. Ya no era "mi" libro, yo era "su" lector. El orden de las cosas cambiaron, sin embargo, siempre habia sido así, fuera de mi entendimiento. Era un personaje celoso que, enojado por escogerlo como la opción final, tomó venganza deteniendome en su mundo. Y casi oí una risa oscura brotando de sus hojas. El hechizo ya estaba implantado. Sonreí. Eramos cómplices.

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