En sus manos estaba la vida de aquel sujeto encerrada entre cubiertas de cuero grueso y negro. Lector asiduo, al recibir el texto se sintió afortunado, pero a la vez, correspondido, y comenzó a leer la historia, el libro gordo. El mejor calificado, hombre escogido de manera prolija (por sí mismo) para comprender dicho relato enredado, ser humano privilegiado, busco incansable el texto que ahora, descansaba entre sus brazos para ser abierto de una vez y conocer la historia de él. No fue una búsqueda fácil, no mentiría, no tenia porque hacerlo. Se esforzó, aprendió, investigó, pensó, dedujo y ahora un resultado escrito con tinta coronaba todo su trabajo. Claro, un esfuerzo físico se vio implicado también, buscar un tesoro… aunque no de metal brillante sino que de sabiduría, por algo es uno sólo, no miles accesibles para todos. Levantó la cubierta de los secretos y el pasadizo comenzó a mostrase frente a sus ojos de lector. El relato comenzaba desde una época indefinida, en la vida media del personaje. Miró desde un punto arbitrario de pie bajo la existencia del protagonista. Conoció sus logros y vida, sus pasos y pensamientos y vio con frustración (que no quiso reconocer porque un personaje tan distinguido…) que avanzaban más allá de sus puntos limítrofes quedando fuera de su jurisdicción. Retomó la lectura desde este lugar, avanzó más allá de la otra y arrancó un par de páginas que solo servían de confusión. Dejaba el libro sobre el escritorio mientras cerraba los ojos para simplemente volver a leer todo otra vez. Aquella empresa cazó su vida y esta existía para conocer la del personaje de su texto. Las hojas quedaban acumuladas en un montón variable y oscurecía el final del pasillo, quitándole el aspecto finito al lugar. Una historia interminable encerrada entre cubiertas de grueso cuero negro. Releyó 54 veces la página 700, siempre distinta. Seguía descansando el texto sobre sus brazos con unas páginas desaparecidas para siempre, sin embargo, comenzó a sospechar que estas mismas se unían otra vez a sus compañeras y modificaban su estructura para perpetuar su especie… meditó la idea de arrancarlas en montón para darle un final o quizá así volvían a ordenarse de una manera distinta, accesible… atemorizado partió a paso desenfrenado por el oscuro corredor sin detenerse a beber un vaso de agua, lo que agotó su fuerza y dejo varado a una altura incierta del camino. Con gemidos angustiosos se despidió de la vida marcando con sus dedos el último trozo leído mientras el texto seguía ahí, con la excesiva tranquilidad de un reloj de arena durmiendo en el suelo, abierto en forma de abanico en la página 600.
Interpretación del cuento
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